¿Por qué te has ido?

27.03.2019

¿POR QUÉ TE HAS IDO?

-¿Por qué te has ido? - Inquirió él, al verla una semana después de dejar la casa.

Ella le miró y continuó en silencio. Se había estado negando a verlo y a hablar.

-Dame alguna explicación... No sé... Dime algo... No lo entiendo. Estábamos bien. No estabas enfadada, no recuerdo haberte dicho nada que te ofendiera, estabas como siempre, sonriendo, contenta, encantadora... Como siempre. ¿Por qué te has ido? ¿Por qué me has dejado? Estoy a cuadros, estoy en ascuas. ¿Por qué?

-Por todo. -Dijo al fin.

-¿Por todo?

-Sí, por todo. Por todo lo que has dicho sin darte cuenta ni controlar lo que decías, por todo lo que has hecho sin darte cuenta de lo que hacías, por todo lo que no has hecho sin darte cuenta de lo que no lo hacías. Por vivir enfadado con el mundo y con la humanidad, por cabrearte por todo, por no saber tener una conversación sin exaltarte ni acabar insultando a la persona de la que hablas. Por criticar malamente de forma sistemática. Por hablar con odio. Por hablar sin saber, por condenar sin juzgar, por creerte que por gritar mucho llevas razón. Por no pensar. Por no razonar. Por no poder ver a algunas personas que solo piensan de forma diferente a ti, bueno..., pensar..., que ven las cosas de forma diferente. Por no respetar a quien tienes enfrente. Por despreciar lo que no te importa o no te gusta. Por ser racista repitiendo mientras hablas que no lo eres, por ser xenófobo cuando no sabes ni lo que es eso. Por demostrarme que careces de humanidad, de escrúpulos y de empatía.

Por no poder ver las noticias sin cabrearte, por no poder ver la televisión sin exaltarte en algún momento, por no poder escuchar lo que no quieres oír.

Por haber enterrado tu lado amable y tu sentido del humor.

Por convertir las conservaciones en monólogos.

Por todos tus reproches por sandeces y cosas banales.

Por hablar demasiado sin límite ni control mental.

Porque la fuerza se te va por la boca.

Por la sarta de barbaridades y disparates que dices disparado, imparable, exaltado, y en muy mal tono.

Por la vergüenza ajena de cada vez que discutes por menos de nada con cualquiera que no te siga la corriente o no te dé la razón, enervándote y elevando la voz sin darte cuenta de que llamas la atención y te pones en evidencia.

Y todo eso no es de un día para otro, son días y días, semanas y semanas, y años y años. Y es por eso, por todo, por lo que se agotó mi paciencia, mi estima, mi amor y mi cariño.

Entiendo que te enfades por algo, o que tengas un mal momento por una circunstancia o por nervios, somos humanos, pero es que vives enfadado.

No me gritaste a mí, le gritaste al mundo y a la humanidad.

Hay algo que me saltó impulsándome a irme, algo que despertó en mi memoria todas tus frases, todos tus comentarios, todos tus actos y todas tus conductas.

No niego que seas buena persona, eso nadie lo discute.

Eres generoso, y agradecido.

No tienes mal fondo, no tienes maldad.

Pero vives enfadado con el mundo.

Pareces muy bravío. Y en realidad eres inofensivo, la fuerza se te va por la boca.

Mueres por la boca, por tus palabras gruesas y por tu voz.

Hay políticos, actores o directores de cine, cantantes, presentadores de televisión o periodistas a los que sólo de verlos por la tele te pones a gritarles y a insultarles, sin escuchar ni siquiera lo que dicen.

Si hace frío por que hace frío, si hace calor porque hace calor, si está prieto porque está prieto, si está flojo porque está flojo... Todo. Te cabreas por todo.

Conduces cabreado, insultando a todos los conductores de todos los vehículos que circulan por la calle, por la carretera o por la autovía. También a los peatones.

Si llueve porque llueve, si no llueve porque no llueve.

Te cabreas cuando llueve y cuando calienta el sol.

Silencias mi opinión o me haces callar.

Te avisé muchas veces pero no te dabas cuenta de que te avisaba.

Te lo quise decir muchas veces, pero no te dabas cuenta de lo que decía.

No prestabas atención.

Vivías en tu mundo, en tu rol, no veías ni oías.

Crecían tus reproches por pequeñeces.

Te dominaban tus manías y tus obsesiones.

Yo te daba la razón, o me callaba, porque no te exaltaras, por no verte cabreado, pero daba igual, te cabreabas por cualquier otra cosa. Te irritabas cuando te hacía la más mínima contra, cuando replicaba, o cuando te intentaba hacer razonar. En algunos momentos te volvías afable, agradable, cariñoso, pero siempre había algo que te cabreaba.

Dicen que con el tiempo todos nos volvemos egoístas, y puede que yo también me haya vuelto.

Me harté y me cansé.

No me preguntes ciertamente por qué ha sido ni por qué me he ido. No ha sido por nada en concreto, ha sido por todo en común.

Por todo. Es por todo.

Adiós.

Él se quedó quieto, perplejo, sin saber qué decir, y no dijo nada.

Ella se sintió libre, no recordaba en mucho tiempo haber hablado con él con tanta soltura y sin ser interrumpida.

Esta vez no la había interrumpido, la había dejado hablar.


                                                                                 Relato de:

                                                                               Juan Gil Palao

© 2018 Heavy Lab. Todos los derechos reservados.
Creado con Webnode
¡Crea tu página web gratis! Esta página web fue creada con Webnode. Crea tu propia web gratis hoy mismo! Comenzar