LE LLAMÓ TONTO

12.01.2020

LE LLAMÓ TONTO

La primera vez le que dijo tonto, ni se enteró, pero cuando se lo repitió hasta la saciedad, haciéndole sentirse inepto y ninguneado, durante años, esa palabra le taladraba la mente.

Era un chico frágil, débil, tímido, sumiso y obediente. Su madre jamás le dejó hacer una cama, ni coger la ropa, ni fregar un vaso, ni limpiar. No le enseñó, anclada en un viejo patrón patriarcal decía que eso no era cosa de hombres. Así que cuando se casó, y su querida novia pasó a ser su amada esposa, esta le exigió, y con toda razón, las tareas del hogar. Fregaba sin trazas y mal, parecía no saber ni cómo coger la escoba o la fregona, no sabía hacer la cama, ponía las sábanas y la colcha al revés, ella le gritaba y él se ponía nervioso, entonces le decía que era un machista. Los gritos y eventuales insultos le debilitaban y lo hacían más torpe, descubrió entonces que ella era mucho más nerviosa e impetuosa de lo que creía. Él no rechistaba, obedecía, hasta que ella le dio la primera bofetada, a la que reaccionó con un llanto, no por la bofetada, sino por nada en concreto y por todo en común. Su mujer le hacía sentirse torpe, necio, inepto. Y así se lo expresaba con sus palabras y con sus gestos. Sobre todo cuando le dijo "anda, trae", o "no vales para nada". De ahí comenzó a llamarle tonto, de forma reiterada y desmedida. Imbécil, idiota y gilipollas también se convirtieron en palabras habituales. A veces le llamaba subnormal. Se ponía nerviosa por menos de nada, se alteraba con tremenda facilidad, y se tornaba histérica. Pagaba con él sus nervios, su presión y su estrés. Cuando él estaba hundido a veces ella se sentía culpable y le pedía perdón, lo acariciaba, lo besaba y se desfogaba con él. Y él se dejaba.

Así pasaba de sentirse hundido a sentirse querido. Iba por días, se sentía de una forma u otra en función de la conducta de su esposa. Pero esta no cambiaba, y cuando más tranquilo estaba y dejaba de sentirse ninguneado, volvía a sentirse fatal.

Hasta que un día a ella se le escapó una bofetada en público, todos quedaron atónitos, hasta que ella se disculpó y trató de justificarse diciendo a sus amigos y amigas que es que es tan tonto y tan pavo que la pone nerviosa y la saca de quicio. Y ante la mirada condenatoria de todos dijo que lo sentía y que no lo había podido remediar.

La llegada de los hijos hizo cambiar la situación y las circunstancias, pero el paso del tiempo hizo volver al círculo vicioso, ahora con otras personas por medio. Hasta que se hartó, se plantó, desafió, costándole dejar de ser sumiso. Entonces vendría un largo periodo de vaivenes y problemas de larga y costosa solución.


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