NO LO ENTENDIA

26.11.2018

NO LO ENTENDÍA

No entendía por qué estaba allí, tampoco entendía por qué lo habían detenido, ni qué tenía él que ver con la violencia de género, o la violencia machista, ni con las víctimas de esta lacra que salen en televisión. Se había ido de su casa dos semanas antes por una situación insostenible, le había brindado a María todo su apoyo, le dio todo su cariño y afecto, pero consideró que así no podía vivir. Ella le suplicó que se quedara. Pero se fue. Lo hizo porque no aguantaba más. Buscaba alternativas, soluciones. Pero finalmente consideraba que la única solución era tirar cada uno por su lado. Por lo pronto se había ido, había dado el costoso paso, pero sin abandonarla, dispuesto a dialogar y buscar la mejor solución para ambos.

Consideraba que él no era ningún maltratador, y le hundía el pensar que lo hubieran denunciado por malos tratos, que lo hubieran detenido sin más, que hubiera pasado la noche en los calabozos, y que lo hubieran llevado a un juzgado especializado en violencia sobre la mujer.

Cuando dijo que jamás le había puesto la mano encima ni la había agredido le dijeron que lo acusaban de malos tratos psicológicos. Entonces quedó más perplejo. No lo entendía ni asimilaba. Manuel consideraba que no era agresor, ni agresivo, ni maltratador, ni violador, ni machista. Y pensaba que si María había sido víctima sólo había sido víctima de ella misma, o de quien la victimizara. La tristeza le embriagaba.

Era un mero problema de pareja al que llevaba tiempo buscando solución, no era ningún episodio de violencia. No entendía cómo María podía haber sido capaz de hacer algo así, y mucho menos que alguien la hubiera inducido hasta ese punto. No se le podía pasar por la imaginación que hubiera personas que se valieran de una lacra tan terrible y de una ley que pretendía erradicarla para sacar provechos personales o beneficios, o que la utilizaran por despecho o por revancha. Un maltratador se supone que tiene a su pareja dominada, sumida en el miedo, y nunca huye de su domicilio sino que es ella la que huye de la sinrazón. Y una víctima no suplica a su agresor que no la deje. Él se había ido sintiéndose escapar de un infierno, no aguantaba la convivencia, le había prometido no la dejarla abandonada y le brindó todo su apoyo hasta que ella se pudiera valer por sí misma, tuviera trabajo, y una vida estable. Pero le dijo rotundamente que lo sentía mucho pero no podía seguir con ella. Tampoco la había dejado para irse con otra, se había ido porque no soportada más ese infernal día a día y esa convivencia.

Eran polos opuestos, universos distintos. No se entendían. Eso era todo.

Y ahora se veía detenido, en los calabozos, acusado de maltratador, y sometido a un proceso judicial como si la fuera a matar. Al pensarlo se sentía hundido, destrozado, moribundo, impotente. No lo entendía.

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