TRAS EL SETO DEL JARDIN

29.05.2018

La conoció escondida tras el seto de un jardín, ella le dijo que la perseguían, que tenía miedo, y le contó su historia con tal realismo y dramatismo que él la creyó.

Despertó hacía él una extraña sensación de lástima, desprotección, necesidad de ayuda, y de cariño.... Y él impulsado quizás por la voz de su conciencia, la ayudó incondicionalmente hasta el punto de acogerla en su casa.

Al poco tiempo de convivencia él se dio cuenta de conductas extrañas en ella a las que en principio no les dio importancia.

Poco después se dio cuenta de que ella pensaba mal, desconfiaba de la gente, de que tenía la sensación de que todos iban a por ella y contra ella. Cuando reían pensaba que reían de ella, cuando hablaban pensaba que hablaban de ella, cuando decían algo pensaba que lo decían por ella, pensaba que todo giraba en torno a ella.

El no tardó en descubrir que aquella chica tenía en su mente todo un mundo de inseguridad, desconfianza, malicia, y miedos.

Que primero lo atrajo con su simpatía, seducción y victimismo, y después descubrió que el victimismo sería su farsa de comportamiento habitual.

Él no supo entenderla. Ella necesitaba ser centro de atención, necesitaba continuamente el apoyo y la aprobación de otra persona. Él ignorante a todo, siguió con sus hábitos, con sus costumbres, con sus aficiones, con sus amigos, con su familia... Sin imaginar lo que eso suponía para ella. Él la había ayudado incondicionalmente y pensaba que igual que él la respetaba ella lo debía de respetar a él. Pero la convivencia se convirtió en insostenible, los llantos en ella eran continuos, y él, atónito, no sabía por qué, quedaba todavía más perplejo cuando ella pasaba del llanto a la risa de manera sorprendente. Ella despertaba hacía él un sentimiento de culpa y él vivía preguntándose qué es lo que había hecho para que ella se comportara así. No encontraba respuestas.

Tiempo después supo que estos comportamientos obedecían a algo que en psiquiatría viene en llamarse "trastorno de personalidad histrionica".

Él, que siempre había sido optimista y divertido, se vio sumido en la tristeza, él que vivía sin perjuicios, se vio sometido a una gran presión y chantaje emocional.

Él, sin querer, sin darse cuenta, se había metido en un infierno, en una ciénaga de difícil salida. Y siguió ayudándola incondicionalmente, económicamente gastando todo lo que tenía, moralmente aunque fuera imposible, y finalmente intentó ayuda de psicólogos que ella rechazó.

Viendo imposible la convivencia, él quiso ponerle fin, sin dejar de ayudarla, trató de hacerle entender que debían de llevar vidas por separado, que debía de dejar de depender económicamente de él, que seguiría ayudándola pero que debían de hacer vidas por separado. Quería que ella tuviera su vida y fuera feliz, y que él recuperara la vida sin problemas y la felicidad que había dejado por ella. Ella no aceptaba este planteamiento, decía que debían de estar juntos para siempre. Y él vivía en un sin vivir.

Pero él vivía ignorante a que ella, en sus ausencias por el trabajo, refugiada en su farsa de víctima, había acudido a unos servicios que este sistema tiene establecidos, había contado su historia creada por ella de tal forma que la creyeron igual que él la creyó cuando la conoció detrás del seto en el jardín.

Lo mentó de ogro, lo puso como la peor de las personas, y un mal psicólogo, contratado como eslabón de este sistema, en lugar de sacar un diagnóstico, oír a él, y sacar conclusiones, la victimizó más, le hizo sentirse mas víctima, alimentó su farsa, y creó una gran calumnia. Una abogada y unas trabajadoras sociales, convencidas quizás de que salvaban a una pobre víctima lo que en realidad hicieron fue alimentar una gran calumnia y fomentar un fraude.

Él fue detenido y llevado a calabozos, atónito y destrozado, sin pensarlo ni imaginarlo, víctima de un sistema represivo en un país en el que se legisla a base de impacto y alarma social, en el que caen corderos en trampas hechas para fieras.

El que solo la había ayudado, el que jamás la había agredido, el que jamás la había insultado, fue sometido a unas medidas cautelares brutales impuestas por un sistema convertido en represivo para unas cosas y excesivamente tolerante para otras.

Tiempo después descubrió con tristeza, que tras esa sensación de desvalimiento y necesidad de ayuda, tras esa farsa de víctima, se escondía una persona que además de maliciosa buscaba el provecho sin compasión.

Y mas tarde no salió de su asombro al ver como ella se ensañaba contra él sin compasión, por despecho, por no salirse con la suya, con inquina, tratando de hundirlo, sin poderlo él entender de ninguna manera.

Primero sacó provecho de él, después lo exprimió lo que pudo, y finalmente sacó provecho del sistema, de un sistema del que mejor no hablar mucho más.

Pero él mirando, como siempre, el lado bueno de las cosas pensó que eso, tan terriblemente injusto había servido para liberarlo del infierno en que vivía conviviendo con ella, y que serviría para salir de la ciénaga en la que nadaba ahogándose y sin encontrar salida, y en efecto solo fue cuestión de tiempo, la verdad solo tiene un camino, y con el tiempo recuperó la vida que se dejó por ella y la felicidad que ella le arrebató. Desoyó la las voces que le pedían venganza, revancha y represión contra ella por todo lo que le había hecho. El quiso pasar página, no eternizar aquello, no reabrir una herida que estaba cicatrizando, y ser feliz a su manera.

Le sirvió para aprender y para tener una gran lección de la vida.

La versión de él fue siempre la misma y la de ella caía en continuos desvaríos y contradicciones, la verdad como he dicho solo tiene un camino, y en este caso triunfó, él salió libre y absuelto de todas las acusaciones, y, lejos de querer revancha y rencor, quiso seguir su vida, la que dejó por ella, y ser feliz.

Dejó al tiempo pasar y al viento correr. Y vivió.

Un día, tiempo después de todo aquello, con su vida y su felicidad recuperadas, la vio escondida detrás del mismo seto en el mismo jardín en que la conoció, ahora quizás se escondía de él, de quien en su momento la ayudó y al que respondió de las mas vil y cobarde de las maneras. O tal vez se escondiera de otra persona. Y llegó a la conclusión de que siempre sería una víctima de ella misma. Pensó que ya no era digna de lastima pero sí de pena, de que se pasaría la vida escondiéndose detrás de los setos en un mundo que volvía contra ella, que siempre sufriría y haría sufrir, y que jamás llegaría a ser feliz.


Cuento de Juan Gil Palao del libro "mucho más que un  sueño" https://www.ecwid.com/store/store13842348/MUCHO-M%C3%81S-QUE-UN-SUE%C3%91O-p106109931

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